Besaba con la punta de los dedos, y mordia con los nervios.
Todas las noches, en un castillo desencantado, penosamente escribia con su propia sangre, un monologo inmenso de color rosa, y largo como una agonia... una queja eterna, de un rojo clamoroso...
como las llantas de las ruedas del tractor verde de mi vecino Jack.